LLORO DE PIE
Todos hemos tenido momentos difíciles en la vida. Todo tenemos problemas, y si no tienes uno, tendrás uno. Y no soy profeta de mal aguero, es que estamos en esta tierra donde no todo funciona idealmente. Sin embargo, no debemos tenerle miedo a problemas, muchas veces son los síntomas de cosas importantísimas que deben ser sanadas.
Por ejemplo, un problema matrimonial puede ser el síntoma de mala comunicación, falta de perdón, pasar por alto los roles de cada uno, etc. Un problema financiero bien puede ser el síntoma de una mala administración porque se despilfarra, se compra lo que no se debe, no se trabaja, no se hace lo necesario para generar, etc.
Como ven, los problemas pueden convertirse en las mejores oportunidades para resolver a tiempo cosas de fondo que nos harán mejores.
Pero seamos sinceros también, no son lindos los problemas, por más amigables y didácticos que los pintemos. No es agradable tener cuentas que pagar, familia que alimentar, proyectos que desarrollar y no tener el dinero para enfrentar cada caso. Y ahí es donde nos sentimos débiles, atrapados sin salida, angustiados, apaleados, triturados, cansados, abandonados, solitarios, con ganas de gritar, renunciar, dejar todo tirado, pero algo nos impide hacerlo… es esa presencia de Dios en nosotros por medio del Espíritu Santo que se llama Jesús, Él está en nosotros, y es como una columna de acero interno que no nos permite doblarnos, que aunque voluntariamente a veces queremos caernos, no nos deja caer. Ahora no estamos diseñados para doblarnos, sino para permanecer en pie a pesar de todas las cosas. Pero esto no significa que no podemos llorar, si lloramos, pero no postrados, no doblegados, no rendidos… lloramos de pie.
Y puede ser que sean ríos de lágrimas, pero la misma Biblia me lo enseña en el Sal.126:6: “Irá andando y llorando…”. Note que dice ANDANDO Y LLORANDO. O sea, se puede seguir andando aunque perfectamente llorando. La parte divina evidente es que seguimos caminando, y la parte humana evidente es que lloramos. Y es que al final de cuentas sabemos, porque sabemos, que de alguna manera vendrá nuestra salida y el problema se resolverá.
Así que, llora, pero de pie. Y si ocupas compañero, llora conmigo, pero de pie. Nada de caernos. Sigamos caminando, que ya está más cerca nuestra victoria y nuestra gloria. El que llora y se queda haciendo un mar de lágrimas en él se hunde, pero los que lloramos y caminamos regamos la tierra para nuestras cosechas.
Sigamos.