Hace unos días pensé en esa frase. Y ayer se me confirmó cuando estuve en una boda. Por supuesto, la novia como siempre, preciosa, vestida de forma inolvidable, radiante como es de esperar, los detalles a su alrededor impecables, desde los bordados de su vestido hasta los adornos que la rodean. El novio, vestido como todo un caballero, luciendo su mejor pose. Vestido con un traje que le ayuda a lucir esbelto y en buena forma. La música fue escogida. La comida también.

Ahhh, ¿y los colores de los adornos, escogidos según el gusto de los novios?
Ahhh, ¿y las acompañantes y los acompañantes, también escogidos, y vestidos con los colores que escogieron los novios?
Ahhh, ¿y el lugar donde se haría la boda y desfilarían las y los acompañantes?
Ahhh, ¿y los invitados especiales que los novios pasaron días definiendo quiénes serían?
Ahhh, ¿y la música de entrada y salida, como si fuera el mejor de los espectáculos de Hollywood?
Ahhh, ¿y la ceremonia misma?, ¿quién la oficiaría, cuánto tardaría, y qué actos simbólicos quisieran, o sería sin ellos?
Ahhh, ¿y los votos nupciales? ¿Los haría el ministro? ¿Los harían en forma espontánea los novios?
Ahhh, ¿y los anillos?
Ahhh, ¿Y dónde pasarían la noche de luna de miel? ¿Y el resto de la luna de miel?
Ahhh, muy importante, ¿a dónde regresarán de la luna de miel para vivir felices por siempre?
Todo eso y mil un detalles más para UN DÍA, el día de la boda. ¿Y el resto de los días que vivirán juntos hasta que la muerte los separe? La mayoría planifican el día de la boda, pero no aplican la misma diligencia para el matrimonio. ¿será por eso que después de cinco años solo un 30% de los matrimonios sobreviven?
Lo que quiero decir es que levantar algo grande e importante no es de un día. Es algo que requiere de muchos días, y haciendo cada día un aporte deliberado a eso que estamos construyendo. Y aquí también se aplica muy bien aquello de que un matrimonio de éxito no es el producto de la casualidad, no es un resultado fortuito, sino de una conducta predeterminada. Me da la impresión que el día de la boda parece más bien como el día de la premiación, donde se celebra a lo grande. Por supuesto no hay nada de malo de hacer todo eso el día de la boda. Lo malo es que se empieza así, y en el 70% de los casos, a partir del día de la boda también empiezan un descenso hasta el colapso. Debería ser lo contrario con todo lo que emprendamos, donde por más sencillos que sean los inicios, no menospreciamos esos sencillos inicios, pues a partir de ahí el camino es continuo ascenso. En mi caso ya tengo 25 años de casado, y hoy que andaba con mi esposa haciendo algunas compras en el supermercado, tengo bien claro que “el matrimonio no es el día de la boda”.